Sábado 18:30 de la tarde, en la vetusta Salobreja de nuevo tendremos uno de esos partidos (Jaén – Xota) que te hacen vibrar y de los que te hace que vayas al pabellón con un “algo” en el estómago. Uno de esos días que abres los ojos y al levantarte ves que has tachado todos los días de los meses anteriores hasta alcanzar ese día donde tienes un círculo rojo rodeándolo.
Y es que en un deporte tan maravilloso como el nuestro hay muchísimos “clásicos” y muchísimos “derbis” ya sean autonómicos o históricos. Pero para mi no hay ni habrá ninguno como los que enfrentan al Jaén y al Xota. Cuando el Jaén ascendió a primera división ya por el lejano 2013, la afición estaba ansiosa de enfrentarse a los Barcelona o Interviú. Pero hay ciertos equipos con historia y que conforme los fuimos viendo pasar por la Salobreja los empezamos a valorar, y por encima de todos ellos coloco al Xota.
Podría buscar los datos y colocar aquí una preciosa tabla con todos los resultados y enfrentamientos, pero permitidme que lo haga desde mi memoria, a veces acertada o desvirtuada, pero con recuerdos que me salen del corazón. Y es que todo empezó con bastantes años de constantes empates, alguno en los últimos segundos y con la casi imposibilidad de ganar en Anaitasuna, mientras el equipo de Jaén iba en crecimiento para finalmente darte cuenta como, con el paso de los años, se convertían en verdaderos enfrentamientos de tú a tú.

Son dos equipos tan distintos y tan diferentes que pasan a convertirse en iguales. Los planteamientos de Dani Rodríguez e Imanol Arregui son como polos opuestos en muchos sentidos, pero que al final consiguen un fin común y es el respeto, además de la alabanza, del mundo del fútbol sala. Cuando ambos se encuentran se forma una mezcla sobre la pista que provoca que, muchos de estos encuentros, acaben marcados en mi recuerdo.
Verdaderas Odas de 40 minutos a tiempo parado por y para el fútbol sala.
Planteamientos distintos. El de Dani por lo general con plantillas largas, rotaciones constantes siempre buscando la presión y provocar el error del contrario. El de Imanol con plantillas cortas que exprime hasta el extremo a cada jugador sin abandonar en ningún momento la palabra ataque y genera tanto suspiros de disfrute como bufidos de rabia ante la velocidad con que te la pueden liar hasta el último minuto. No pocos infartos provocó el maldito Usín con el que nos empataron a falta de segundos en aquellos playoff, porque el silencio que se provoca en un pabellón a punto de ebullición también es digno de recordar.

Señores, todo esto estaba sembrado, estaba creciendo y se acabó consumando en el desarrollo de los años 2017-2019. Tres playoffs seguidos donde se vieron las caras y donde se enfrentaron hasta las últimas gotas de sudor como pocas veces recuerdo. Los dos hicieron de sus pabellones auténticos fortines, los dos consiguieron ganar la batalla alguna vez en el feudo del contrario y yo nunca he estado tan exultante como cuando en 2018 conseguimos eliminarlos en nuestra Salobreja, en mi Salobreja. En aquel doble penalti de Carlitos y su particular discurso donde “Todo se había acabado” usando referencias traídas desde la misma Pamplona días antes.
Eso ya no era una eliminatoria cualquiera, eso se había convertido en una rivalidad preciosa y maravillosa. En un verdadero clásico de estilos contrapuestos que por desgracia muchos lectores de este artículo que no seáis de Jaén o Pamplona no comprenderéis, porque quizás no era el partido que en su día les interesaba televisar a algunos y que os arrancó la posibilidad de sentir lo que yo siento.
Quizás también me encuentre condicionado porque mis orígenes sean navarros, que tenga familia allí y en estos playoffs viera la oportunidad perfecta para subir a visitarlos… Y de paso, encontrarme yo solo con mi padre como únicos puntos amarillos en mitad de una Anaitasuna a rebosar de verde. Allí me he encontrado gente maravillosa que vino a recibir a esos dos de Jaén con un cariño tremendo hacia nosotros y con la que por suerte mantengo contacto.
Gente que he conocido después con la que amo contrastar opiniones, teniendo nuestra propia rivalidad. Gente que vive el fútbol sala a su manera, la misma que pienso que es desacertada pero de la que hasta yo mismo he pecado cuando por ejemplo, en aquella primera visita a Anaitasuna, no conseguimos empatar en la última jugada dando dos palos, y fruto de mi tensión daba un “golpecito” a la barandilla metálica que golpea el pabellón… Obviamente mi cara fue un poema cuando me di cuenta como sonó y reverberó eso. La cantidad de cabezas verdes que se giraron a ver de donde provenía ese ruido metálico, ver que era alguien de Jaén y por suerte en seguida comprendieron de que era algo de la tensión de ese partido, que era un puro espectáculo que se nos escapó.
Son recuerdos gloriosos de derrotas, de empates, de victorias y de luchas que hacen que para mí, para mucha gente de Jaén y , según mis fuentes, también de Pamplona esto no sea un partido normal. Aunque no estén en la misma situación que en anteriores temporadas, esto se ha convertido en una rivalidad donde nunca se olvida el respeto entre ambos como en la despedida que se le brindó a Don Javier Eseverri en la Salobreja en su último partido oficial. Despedida más que merecida y de la que me siento super orgulloso. ¡Anda que no se ha ganado rojas en Jaén por la forma en que vivía el fútbol sala…! Pocas le sacaron y aun así también será siempre «Don Javier Eseverri» en Jaén…
Porque la rivalidad nos une, no nos separa